Derechos Históricos de Aragón

(Comunicación de Presidencia del partido)

El mero reconocimiento de comunidad histórica no implica un amejoramiento de la comunidad autónoma en el entramado institucional de este país. Sí sirvieron los derechos forales navarros y vascos para acceder a un mejor sistema de financiación que genera importante beneficios a estas comunidades, que, de hecho, se encuentran entre las más desarrolladas del país, entre las que menor presión fiscal tienen y las que mejor situación financiera tienen.

Aragón tiene unos derechos históricos reconocidos, fruto de su milenaria historia en la que contó con instituciones propias, un avanzado sistema jurídico propio, el derecho foral y unas libertades impropias de la época. Un legado del que nos sentimos orgullosos y al que nunca renunciaremos.

Aragón es sujeto político desde el siglo XI y la comunidad autónoma debe subrogarse en la posición que ocupó el reino.

Su reconocimiento supone una singularidad. Un hecho diferencial desde el que demandar igualmente un mejor trato por parte del Estado, siempre sin cuestionar nuestra máxima lealtad institucional y sin poner en riesgo este proyecto común que es España, nacido de la voluntad de aragoneses y castellanos.

En los tiempos actuales, además de vascos y navarros, catalanes y otros pueblos demandan sus derechos históricos para hacer valer una prevalencia en el nuevo reparto de financiación. Aragón no debería renunciar a contar con un sistema propio de financiación como reconoce su Estatuto de Autonomía, pero se trata del reconocimiento también de otras cuestiones. Actualización que debiera realizarse a través de una ley sobre los Derechos Históricos de Aragón, que reforzara, por ejemplo, nuestra condición foral, por legitimidad histórica y por reconocimiento en su Estatuto de Autonomía.

La primera de ellas es la capacidad para contar con una Academia Aragonesa de la Historia que permita, desde el rigor científico, llamar a las cosas por su nombre y clarificar el importante papel del reino y de la Corona de Aragón. No se trata de gritar más alto, si no más bien de dejar claro el papel que cada uno jugó, porque es una vía para legitimar, más si cabe, la contribución que esta tierra ha hecho a nuestro actual Estado. No basta con indignarnos con cada intromisión o manipulación histórica por parte de nuestros vecinos, a nosotros corresponde aportar luz sobre estas cuestiones.

Sería bueno, por ejemplo, que la Casa Real, tan cuestionada por algunos, asumiera el doble reconocimiento de Príncipe de Asturias y de Gerona, título del heredero de la Corona de Aragón. Es una forma más de reivindicar nuestro aragonesismo integrador y contribuyente a España.

Cuestiones en definitiva que reivindiquen nuestra identidad en un momento crucial en el que algunos abogan por una transformación profunda del Estado. Aragón debe opinar, porque tiene unos derechos a los que nunca debe renunciar.

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