Educación concertada sí, gracias

Por Esther Peirat. Diputada del Partido Aragonés (PAR) en las Cortes de Aragón

Faltaría más. La defensa de la convivencia entre la escuela pública y concertada ha estado siempre y está en el ideario de mi Partido. Un modelo educativo que defendemos al considerar que la libertad de enseñanza es un derecho de los padres.

Recientemente y haciendo referencia a lo anterior las Cortes de Aragón aprobaron una propuesta que salió adelante gracias a una enmienda “in voce” del Partido Aragonés. Podemos y CHA se abstuvieron e IU votó en contra. Fui yo misma como portavoz del PAR en la Comisión de Educación del Parlamento aragonés quien enmendó y abogó por mantener, salvaguardar y conservar la estabilidad de nuestros conciertos. Y todo dentro de la defensa que siempre hemos hecho de la libertad de enseñanza como un derecho de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos de acuerdo a sus convicciones. Conste que está recogida en el punto 46 del acuerdo de investidura y gobernabilidad, siempre en el marco de las bases para un pacto por la educación en Aragón aprobado por unanimidad las Cortes.

Los colegios de educación concertada existen en España desde la década de los 80 y suponen en la actualidad el 25 % de los centros. Hay que decir que la educación fue uno de los asuntos que contó con mayor debate y desacuerdo a la hora de elaborar el texto de la Constitución de 1978. Tanto es así, que el artículo 27 de la Carta Magna fue el que mayor número de enmiendas y propuestas encontró. Han pasado más de  50 años desde que la Ley 14/1970, de 4 de agosto, General de Educación estableció la gratuidad y generalización de la enseñanza obligatoria hasta los 14 años con la EGB (Educación General Básica). Ahora vamos ya por la octava ley educativa de la democracia, la Lomloe (diciembre de 2020), que nació sin el consenso absolutamente esencial en un asunto de alto calado como es la educación; y evidentemente eso no es un logro sino un fracaso.

Recordando datos sobre el Informe de la OCDE recogidos recientemente en la prensa, “España encabeza la lista de países europeos con más jóvenes infracualificados”. El 30% de entre 25 y 34 años “no tiene el Bachillerato ni estudios de Formación Profesional equivalentes”. Algo pasa. No fracasan ellos, fracasamos todos.

Los datos revelan que algo se está haciendo mal. No es de recibo que con cada Gobierno de España llegue una ley nueva. Cada reforma pretende imponer el modelo político de turno y eso no tiene sentido, delata la primacía de las intenciones partidistas por encima de las sociales.

Concibo la educación como un eje transversal de futuro para un país, que debería estar por encima de ideologías políticas y ser concebida como un contenido sobre el que no cabe otra cosa que no sea el debate y entendimiento por el bien general y avance de los territorios. Ese sería un síntoma inequívoco de madurez democrática.  La tendencia endémica con resultados mediocres no es buena. Los debates estériles tampoco. Hay que avanzar hacia un modelo de éxito que perdure en el tiempo  al ser la educación un pilar fundamental para el futuro de los a territorios.

Siempre he tenido cierta envidia “sana” por los frutos educativos de Finlandia, por ejemplo, un país que ha estado entre los primeros en el ranking de PISA desde la primera evaluación en 2000 y el único en el que las niñas tienen mayores posibilidades de rendir más en ciencias que los niños. Claro, allí cambiar de gobierno no significa cambiar de modelo educativo como aquí. Esa es la cuestión. Ojalá acabemos  entendiendo que la convivencia entre redes es parte de la democracia y que hacen falta políticas educativas efectivas. Por el bien de todos, sin duda.

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