Discurren turbulentas las aguas en la política aragonesa. La crispación, las descalificaciones y los reproches centran los debates en nuestras instituciones y copan los titulares de los periódicos, ocultando los problemas y las reivindicaciones que realmente preocupan a los ciudadanos.
La preocupante polarización de la política de nuestro país se ha trasladado a nuestra tierra y, con ella, las discrepancias de los grandes partidos que utilizan a sus satélites autonómicos para trasladar a nuestro territorio polémicas que deberían quedarse en Madrid y que lo único que consiguen es la desafección hacia la política de la ciudadanía.
El Partido Aragonés, defensor desde hace más de 46 años del aragonesismo centrado y moderado, mantiene viva la llama del legado de nuestros antecesores, de hombres y mujeres que trabajaron por y para nuestra tierra y que ayudaron a construir el Aragón que hoy tenemos, utilizando la capacidad de llegar a acuerdos para lograr el bien común. Proponer, sumar, trabajar y dialogar son los principios sobre los que siempre se ha asentado y se asienta nuestro trabajo y que diferencian a nuestra formación del resto.
Sí, aunque a algunos les pese, el Partido Aragonés sigue vivo y presente en nuestros ayuntamientos, en nuestras comarcas y en las Cortes de Aragón, y sigue apostando por el consenso a través del diálogo para lograr el bienestar de la ciudadanía y el progreso de la Comunidad. Desde estas siglas seguimos defendiendo nuestros ideales, pese a todo y pese a todos, dejando de lado los intereses particulares porque consideramos que la política no es un medio de vida. A la política se viene a servir, no a servirse y el que no piense así no tiene cabida en nuestras filas.
Por ello, los hombres y mujeres que hoy conformamos el Partido Aragonés no vamos a permitir que ningún interés personal destruya un legado político que no pertenece a nadie en particular sino a todos los aragoneses, a los ciudadanos que a largo de casi cinco décadas han demostrado su confianza en estas siglas y por los que hemos trabajado duramente para lograr que Aragón sea una tierra de progreso y oportunidades.
Entre tanto ruido y confusión, en este tiempo de dimes y diretes en el que todo se judicializa, consideramos que es el momento de que el aragonesismo verdadero se ponga en pie, de que vuelva a ocupar el lugar que nunca debió perder en el epicentro de la política de nuestra Comunidad. Aquel aragonesismo que ayudó a consolidar nuestra Autonomía, el que desde el Congreso de los Diputados y el Senado defendió los intereses de los aragoneses sin tener que rendir cuentas a nadie debe renacer, debe reconstruirse, debe demostrar que aún somos muchos los que creemos en él a lo largo de todo nuestro territorio.
Para ello, es necesaria la unidad de todos aquellos que llevan el aragonesismo en el corazón y no en una bandera o en una pulsera; de los que quieren trabajar de verdad por nuestra tierra, por nuestros pueblos y por nuestras ciudades; de los jóvenes que luchan por sacar adelante sus negocios y sus familias con proyectos diferentes, con ánimos renovados.
Las puertas del Partido Aragonés siempre han estado, están y estarán abiertas para el que quiera trabajar, aportar y sumar sin buscar nada a cambio. Prueba de ello es que, frente a los catastrofistas y agoreros que pretenden torpedear la ilusión de este proyecto, cada día sigue sumándose gente joven a nuestras filas, aragoneses que creen que otra forma de hacer política es posible. Porque Aragón tiene un gran patrimonio histórico y cultural pero también humano. Los aragoneses somos tenaces, trabajadores y dialogantes, rasgos que, como no podía ser de otra forma, comparte nuestro partido.
Trabajemos entonces por el futuro del Partido Aragonés; miremos hacia adelante, sin reblar. Porque Aragón nos necesita más que nunca, unamos nuestras fuerzas y demostremos que el aragonesismo verdadero sigue vivo y aún tiene mucho qué decir.