Las ambiciones de algunos y su visión miope de la política, han puesto nuevamente a España en el camino de unas nuevas elecciones, de incierto resultado . El Partido Aragonés, tras analizar las circunstancias y viendo que los cambios en el entorno eran mínimos, y en todo caso para peor, ha decidido en su Comisión Ejecutiva, reeditar una coalición que entonces y ahora tiene su sentido, ya que lo que importa es el bienestar y la estabilidad de los españoles y de aragoneses.
Tres eran nuevamente los caminos: el de la cobardía y el incumplimiento de nuestros estatutos, haciendo caso omiso de la convocatoria y esperar al incierto resultado del 26 de junio; el de la temeridad de acudir en solitario, restándole votos a quienes pueden garantizar mínimamente la prosperidad de Aragón y de España; y un último que se basa en la solidaridad y la prudencia, que nos permite contribuir a la gobernabilidad del Estado y a estar presentes de forma activa en la gobernabilidad de las instituciones, convirtiéndonos en garantes de los intereses de Aragón y de los aragoneses. Ya que estamos en el año Cervantes, mucho habla el escritor alcalaíno de cobardía y valentía, y vienen a memoria las palabras que en la segunda parte le dirige al fiel Sancho el ingenioso Alonso Quijano, cuando le señala: «que la valentía que no se funda sobre la basa de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo».
Si algo ha distinguido al Partido Aragonés en sus casi cuarenta años de historia; si algo está en el ADN del mismo, es su carácter de centro y su capacidad para pactar. Así lo hicieron todos mis antecesores, con un balance siempre positivo. Y cuando algo funciona más aún en tiempo de tribulación tiene poco sentido cambiarlo.
Pero el nuevo acuerdo que hemos firmado con el Partido Popular, más allá de ofrecernos la posibilidad de tener representación en el Senado, amplía aún más la huella aragonesista en la coalición, al incidir y destacar los intereses vitales de Aragón, actuales y los que puedan sobrevenir en el futuro.
El nuevo compromiso, que refuerza aún más la presencia del Partido Aragonés en los asuntos que afecten a la financiación autonómica (el propio Partido Popular, en su programa general, ya habla de establecer un nuevo modelo de financiación autonómica y el propio Mariano Rajoy se ha comprometido a negociar este nuevo modelo, en los seis primeros meses de la legislatura) y la reforma constitucional o del Estado de las Autonomías. En particular, se alude directamente a los problemas de despoblación, envejecimiento y dispersión, y se reconoce el Estatuto de Autonomía y por ende la bilateralidad de las relaciones Estado Comunidad Autónoma que recoge como la «máxima garantía para gestionar y defender eficazmente los intereses de Aragón y los aragoneses».
Asimismo se abordan los problemas del agua, garantizando de forma expresa tanto la reserva hídrica establecida por el Estatuto, así como el caudal ecológico del rio Ebro, aspectos ambos recientemente cuestionados por otras formaciones. E incluso va más allá al comprometerse a sanear la calidad de las aguas del Cinca y del Gállego, buscando una solución definitiva al problema del lindano. Sin olvidar, por supuesto, las obras del Pacto del Agua.
La preservación del estado de bienestar de los aragoneses, vivan donde vivan; el FITE; la mejora y terminación de las infraestructuras de nuestras carreteras; el ferrocarril, especialmente las comunicaciones por este medio con Teruel y Valencia; una minería competitiva; la revisión intermedia de la PAC de una forma justa; la reindustrialización; la defensa de los bienes y el patrimonio aragonés; la preservación de nuestro derecho foral e identidad, son aspectos que se han incorporado al programa de ambas formaciones y existe un compromiso tangible y escrito de defender los mismos.
Hay quien condiciona el pacto, al número de puestos de salida que se puedan obtener. El Partido Aragonés tanto en el pacto anterior, como en el nuevo recientemente suscrito ha primado por encima de esto, el interés general de Aragón y los aragoneses, sobre la tentación de ampliar su representación en las instituciones.
El Senado en caso de haberse constituido gobierno, en esta fugaz legislatura hubiese sido la única voz capaz de frenar las tropelías de las reformas, que desde los sectores más radicales, se venían impulsando. Ello demuestra de forma indiscutible la utilidad que tiene esta Cámara, en el devenir de la gobernabilidad y preservación de los intereses generales de Aragón y de España. Calificarla como menor, es un ejercicio de miopía. No en vano la izquierda ha querido fraguar un pacto, incluso contra natura, para gobernarla. Acuerdo que desde el inicio, entendimos condenado al fracaso, pues no es posible mezclar aceite y agua.
El programa general del Partido Popular, si bien aborda cuestiones vitales para todos los españoles, no desciende a las particularidades de los territorios. Ni se compromete de una forma específica con los mismos. Solo en Aragón y gracias a este pacto – impulsado por ambas formaciones – se establecen unos compromisos por escrito, que nuestras senadoras, y ojala el tercer diputado por Teruel, se encargarán de preservar y velar por su cumplimiento integro. Por ello es importante tener voz en las Cortes españolas, y contribuir a la gobernabilidad de una vieja nación, que no se merece el trato que algunos pretenden darle.